viernes, 9 de abril de 2010

Un último empujón

Quién lo iba a decir. Sólo faltan ocho jornadas para que termine la Liga y las cuentas del Real Zaragoza pasan por lograr tres victorias que confirmen su permanencia en Primera División. El equipo aragonés, con Gay y Nayim en el banquillo, ya ha conseguido lo más difícil. Ahora, le basta con cumplir los plazos que marca el sentido común, para lograr un objetivo que por momentos esta temporada, parecía inalcanzable. Aún así, los jugadores no harían bien en confiarse. El premio está a la vuelta de la esquina, pero si no mantienen su nivel competitivo, pueden romper el motor pocos metros antes de la meta, al más puro estilo Carlos Sainz. No se puede bajar la espada antes de que termine la batalla. Y el cuerpo técnico no lo va a permitir.

Cuando las cosas se hacen bien, el fútbol parece fácil. El Real Zaragoza que comenzó la temporada, fruto de una lamentable planificación deportiva y de una colección de despropósitos, tanto en la gestión del club como en la del ex entrenador, era incapaz de competir con la mayoría de equipos de la categoría. Hizo el ridículo en varios estadios de Primera División, y claro, fue humillado en Madrid y en Barcelona. Y mire usted por dónde, cuando el club tuvo que reaccionar para rehacer una plantilla hundida y abocada al descenso, llegaron las soluciones. Un buen portero, dos centrales solventes, un delantero de referencia, y varios refuerzos que aumentaron el nivel del centro del campo. Los nuevos fichajes impulsaron una dinámica positiva que han aprovechado otros jugadores, como Ponzio, Diogo, Gabi o Arizmendi, para alcanzar su mejor nivel. El Real Zaragoza ha jugado con fuego, pero afortunadamente, la revolución invernal servirá para salvar al equipo... de momento.

Si el Real Zaragoza logra pronto los puntos que necesita, podemos disfrutar de un bonito final de temporada. La emoción es el motor del fútbol, pero llevado a su extremo, termina por fatigar a una afición que lleva sufriendo demasiado tiempo. Seguro que la grada de La Romareda agradecería afrontar unos cuantos partidos sin la presión del descenso sobre su cabeza. Observar, desde la distancia, la crueldad de la lucha por la salvación y sentir el placer de ser un convidado de piedra en las puertas del infierno. Señores, por favor, hagan un último esfuerzo y den a sus aficionados un poquito de tranquilidad, que se lo han ganado.