martes, 3 de mayo de 2011

Y por fin llegó el momento

Zaragocistas, prepárense para el partido más importante de la historia reciente del equipo aragonés. No utilizaré el tedioso y desgastado tópico periodístico de que el partido del próximo domingo es una final, ya que por desgracia, el Real Zaragoza no juega una desde 2006. El choque contra Osasuna será otra cosa, probablemente, más importante, si cabe, que un título. Será poner el punto final al agónico sufrimiento que ha acompañado a los aficionados durante toda la temporada. Una cita que marcará el futuro del Real Zaragoza, como equipo, como club de fútbol y como institución. Casi nada.

Y para haber podido llegar hasta aquí, es de justicia mirar hacia atrás y atribuir los méritos a las personas que se lo merecen. Porque cuando terminaba el año, ni siquiera las cuentas del más optimista contemplaban que el equipo se encontrar en esta situación, e incluso con que pudieran sobrar jornadas para lograr la permanencia. Desde que llegó Javier Aguirre, el Real Zaragoza sufrió una metamorfosis asombrosa. Jugadores que parecían incapacitados para competir en Primera División, se han unido para formar un bloque solvente, fiable en casa y que, de forma progresiva, ha ido mejorando fuera de La Romareda. Tras jugar varios partidos a un buen nivel ante rivales superiores, el premio lejos de casa llegó en el mejor escenario posible, en el Santiago Bernabeu. El fútbol y el Real Zaragoza nos recordaban, con una victoria histórica, por qué amamos este deporte y a este equipo. Y ya hacía falta. El compromiso de los jugadores y del entrenador, su profesionalidad y su capacidad para trabajar unidos en busca del objetivo común, han conseguido reducir al mínimo las grandes carencias del equipo, de sobra conocidas, y potenciar sus limitadas virtudes, encontrando la fortaleza en un bloque muy difícil de batir. Y todo esto, no lo olvidemos, condicionado por la terrible incertidumbre económica y deportiva que arrastra el club. Tiene un mérito extraordinario.

Es el momento de levantar la cabeza, llenar La Romareda, sumar los 3 puntos entre todos, y permitirnos soñar con un futuro mejor. Porque ahora sí es posible, a pesar de que todavía tienen que suceder muchas cosas. Avanzar sin olvidar, para que no se repitan los grandes errores del pasado. Y de la misma forma, estar preparados para un periodo de inevitable austeridad, pero mirando hacia adelante con optimismo y determinación, que es como conviene afrontar los retos más difíciles para que, al final, se acaben haciendo realidad. Podemos razonar que si el Real Zaragoza es capaz de sacar adelante con éxito esta temporada, la más difícil que se recuerda en los últimos tiempos por todo lo que ha ocurrido tanto fuera como dentro de los terrenos de juego, ¿qué no será capaz de superar esa fuerza viva a la que llamamos zaragocismo? Lo que no mata, hace más fuerte. Y gracias a los jugadores y a Javier Aguirre, la fortaleza de este equipo está fuera de toda duda. Es el momento de acabar con esta pesadilla. Y seguro que la temporada que viene será otra historia de Primera.