martes, 8 de marzo de 2011

La salvación está en casa

La Liga entra en su fase decisiva. Faltan once jornadas para que termine el campeonato y el Real Zaragoza ha conseguido mantenerse vivo en la pelea por la permanencia, algo que, a fuerza de ser sinceros, parecía casi imposible cuando empezó el año. Una vez pasado el mal trago del Camp Nou, esa "derrota honrosa" que para algunos, fue motivo de celebración (¡con lo que ha sido este club!), comienza la verdadera cuenta atrás. Al público de La Romareda le quedan cinco partidos de sufrimiento, y la dolorosa travesía por el desierto en la que se ha convertido esta temporada, habrá terminado. Lo importante, claro, es que el equipo asegure los puntos de casa para no morir en la orilla. Tras el Valencia, visitarán La Romareda el Getafe, el Almería, Osasuna y el Espanyol. Nadie debe ganar en Zaragoza. Es una condición imprescindible para que salgan las tan manidas cuentas de final de temporada, las del mal estudiante que quiere evitar el batacazo a última hora. Como siempre, el Real Zaragoza tendrá que luchar contra sus propias limitaciones, pero la última victoria ante el Athletic, remontada incluida, invita a creer que este equipo, si juega a pleno rendimiento, es capaz de labrar su permanencia en La Romareda.

Seguramente sea pedir demasiado a la afición, ya que la penosa gestión de Agapito Iglesias al frente del Real Zaragoza se ha llevado por delante, además de otras muchas cosas, la ilusión de buena parte de los seguidores zaragocistas, pero es el momento de estar con el equipo. Inevitablemente, la desesperación ha podido con las ganas de muchos aficionados que antes contribuían a llenar el estadio en los partidos importantes. El descontento y la resignación han enmohecido las butacas de La Romareda. Pero es necesario un último esfuerzo, ahora o nunca. La permanencia en Primera División puede y debe alimentar la necesidad de un Real Zaragoza más grande, y la urgencia de que vuelvan tiempos mejores. Hay que tener muy presente que sólo se avanza caminando. No hay otra forma.

Aunque tarde, como siempre, el Club ha dado un pequeño paso para animar a los aficionados a acudir al campo. La rebaja en las entradas para los abonados no es suficiente, ni debería tener un carácter excepcional. Es necesario crear una corriente común que implique a todo el zaragocismo, desde los jugadores, hasta el más descontento de los aficionados. Porque el Real Zaragoza, por encima de todo, es un sentimiento que pertenece a su gente, y que nadie, ni el máximo accionista Agapito Iglesias, puede extinguir. Es injusto, seguramente, pedir a los aficionados que tomen el mando de una situación que ellos no han generado, y después de todas las humillaciones que han sufrido en los últimos años. ¿A quién recurrir si no? El Club, como tal, no existe. Es un rostro en la sombra que nunca está, ni se le espera. El Real Zaragoza está en las manos de sus jugadores, de su entrenador y de su afición. Nadie más lo representa. Nadie. Y sólo ellos pueden salvar al equipo.