viernes, 16 de julio de 2010

¿Dónde estabas tú?

11 de julio de 2010. Nunca olvidaremos dónde vivimos la final del Mundial, ni con quién compartimos la alegría más grande de la historia del Deporte español, cuando Iker Casillas levantó la dorada Copa del Mundo al cielo de Johannesburgo. Quién fue el que más gritó con el gol de Iniesta, el que nos dio el primer abrazo, al que se le escaparon las lágrimas, o al que, con la cabeza entre las manos y los ojos como platos, no paraba de repetir, en voz baja, “somos campeones del Mundo”, en un ejercicio de auto convencimiento. A qué ser querido llamamos nada más terminar el partido, y quién nos envió el primer mensaje. Con los grandes éxitos, es inevitable mirar al pasado. Y con el recuerdo, llega la nostalgia. Y nos acordamos también de los que echamos de menos esa noche, de los que se fueron sin vivir un éxito tan bonito, tras décadas y décadas de sufrir con su equipo, con el equipo de todos. Y también de los amigos con los que compartimos decepciones años atrás. En mi caso, del puñado de compañeros de profesión que continúan trabajando en Madrid, y que muchos de ellos, me cuentan cómo tuvieron la suerte de vivir aquella mágica noche en Sudáfrica.

Siempre recordaremos esa sensación de caminar dos palmos por encima del suelo, flotando, como en los sueños. La inexplicable impresión de que los problemas desaparecen, de que las preocupaciones se esfuman. Sabíamos que mañana volverían, pero no importaba. Es un fenómeno irracional, inexplicable, pero es así. El ser humano es así. Y el fútbol, también. No hay nada, ninguna otra cosa en este mundo, cada vez más vacío, individualista y desarraigado, que pueda unir a tantas personas como lo hizo la selección española campeona del Mundo. Dejando a un lado a la minoría obsesionada por crispar al personal (tanto a los intransigentes de la bandera como a los que aprovechan los éxitos deportivos para ensalzar su nacionalismo rancio y trasnochado), millones y millones de personas salimos a la calle por la misma razón. Y esta vez, por un motivo feliz, de celebración.

La España campeona del Mundo no sólo pasará a la historia del fútbol por su victoria en la final ante Holanda, sino por su estilo, su esencia. Su carácter ganador, sólo concebido en el camino del juego ofensivo, de combinación, limpio, sincero. Capaz de levantarse una y otra vez, y de hacer frente, en la primera final de un Mundial de su historia, a un rival que encontró en la violencia la única forma de defenderse. Fútbol y sólo fútbol. Así ganamos la Copa del Mundo, y así lo contaremos año tras año, generación tras generación. La Brasil del 70, la ‘naranja mecánica’ de Cruyff, la Alemania de Beckembauer o la Argentina del 86, ya tienen a un nuevo compañero en la vitrina del mejor fútbol del mundo. Un éxito reconocido por todo el planeta y que nunca morirá.

También es el éxito de la humildad, del trabajo y de la discreción. De don Vicente del Bosque, entrenador. Nunca cedió a las presiones de los sabelotodos del fútbol, cuando la selección española perdió el primer partido del Mundial. Mantuvo su estilo de juego y la confianza en los jugadores directamente señalados como responsables de la derrota. Sus decisiones desde el banquillo, firmes y con la clarividencia que tienen los genios, llevaron a España a lograr el éxito más grande su historia. Y cuando eso ocurrió, don Vicente del Bosque no utilizó su triunfo para arrojárselo a los que no creyeron en él, o a los que pusieron en tela de juicio sus decisiones y sus aptitudes como técnico. Sin ningún resentimiento, sin cuentas que ajustar. Convirtió su éxito en la victoria de todos, sin excepción. Eso es carácter.

Los brazos al cielo de Iniesta, el cabezazo imperial de Puyol contra Alemania, los golazos del ‘Guaje’, la traición de Holanda a su propia historia, el sueño roto de Maradona, los misiles teledirigidos del charrúa Forlán, las lágrimas de Ghana, la muerte del “jogo bonito”, el gol fantasma de Inglaterra, el fracaso de Italia o la vergüenza de Francia. El Soccer City de Johannesburgo, Nelson Mandela, el ‘waka waka’ de Shakira, las ruidosas vuvuzelas, el beso de Casillas a su novia periodista en plena entrevista, o el hermano tarado de los balones de fútbol al que llamaron ‘Jabulani’. Son ya imágenes y símbolos del Mundial de 2010, de nuestro Mundial, del de la estrella dorada en el escudo de España. ¿Dónde estabas tú?