Desde que el Real Zaragoza comunicó su decisión de destituir al entrenador, Marcelino García, hemos asistido a un lamentable espectáculo en el que ambas partes han sacado a pasear su colección de trapos sucios, con la única intención de desprestigiar al otro implicado y de eludir responsabilidades. Tanto el ex entrenador como los máximos responsables de la entidad, han emprendido una estrategia de "sálvese quien pueda", que ha dañado la imagen de todos los estamentos del club. La gente no es tonta. Sabe reconocer las mentiras y es difícil de engañar, a pesar de que haya quien piense lo contrario.
El cóctel molotov que lanzó Marcelino el día anterior al partido contra el Athlétic, supuso un acto de egoísmo atroz. El barco comenzó a arder y fue el primero en abandonarlo. De hecho, su estrategia puso a la directiva a los pies de los caballos, y la afición de La Romareda, harta de tantos fracasos, se volvió al placo, pañuelos en mano. Eso sí, los 3 puntos se quedaron por el camino y el equipo cayó a la zona de descenso. Durante los días siguientes a su cese, Marcelino se ha dedicado a airear interioridades del club y a agudizar la división social. Ojo, seguro que muchas de las cosas que dice son ciertas, pero lo más elegante, después de su destitución, hubiera sido despedirse y desaparecer, no prolongar una batalla que sólo perjudica al Real Zaragoza.
Lo mismo se puede decir del club. Los máximos dirigentes quisieron contrarrestar la estrategia de Marcelino con un discurso dedicado a señalar al entrenador como único culpable de los problemas. Muchas acusaciones y poca autocrítica. Claro que el técnico ha sido destituido con el equipo en descenso, los números son incontestables, pero el análisis no puede quedarse en que muerto el perro, se acabó la rabia. Al fin y al cabo, Marcelino no estaba cuando el Real Zaragoza descendió a Segunda División. El club aragonés ha hecho muchas cosas mal en las últimas temporadas y la credibilidad de los directivos va menguando al ritmo con el que los entrenadores van cruzando la puerta de salida. Cinco técnicos en dos temporadas son demasiados.
Y por si fuera poco, el club continúa enviando mensajes contradictorios, lo que aumenta la incertidumbre de sus aficionados. El pasado domingo, el presidente del Real Zaragoza, Eduardo Bandrés, aseguró en el programa ‘La Jornada’ de Aragón Televisión que José Aurelio Gay se hacía cargo del equipo de forma interina y provisional. Pocos días después, el director general, Poschner, contradecía categóricamente las palabras del propio presidente, y aseguraba que Gay es una opción para quedarse en el banquillo, además de confirmar su presencia en el Bernabeu. Eduardo Bandrés es una persona con capacidad y recursos de sobra para crear, mantener y defender el discurso que acuerde el club, y no le habrá hecho ninguna gracia que Poschner le haya puesto en evidencia. Bandrés ha hecho el ridículo en este asunto, le han dejado con el culo al aire, y es su credibilidad la que queda dañada en el peor momento, cuando buena parte de la afición que acude a La Romareda pide a gritos su cabeza.
viernes, 18 de diciembre de 2009
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